“Parece que el tiempo no haya pasado” es una expresión que se podría aplicar en el núcleo de muchas empresas. En realidad, lo que indica es que no ha habido evolución, cambio, crecimiento. ¿Conoces algún caso en concreto?
La cultura empresarial es el conjunto de acciones que define su organización y personalidad. Nos referimos a su misión, valores, principios y metodologías. Pero también a la forma en cómo se relacionan sus integrantes. Hay distintos tipos de documentos para reflejarla como protocolos o códigos de comportamiento. Además, se incluyen hábitos, actitudes o tradiciones que se producen en el lugar de trabajo y que, aunque carecen de un carácter formal, son igual o más importantes que los anteriores.
¿Todo es para siempre?
Cuando nos referimos a la cultura empresarial, no. Si bien es verdad que es recomendable mantener la identidad que define a la compañía, son muchas las etapas en las que es necesario revisar su cultura. Detrás del éxito, precisamente, se encuentra la capacidad de progresar y adaptarse a lo que está por venir. Es una cuestión de supervivencia. Es un síntoma de que un negocio es un ecosistema vivo. Algunas organizaciones se limitan a hacer pequeños cambios. Otras, toman decisiones muy valientes que suponen un giro revolucionario en su cultura empresarial.
¿Cuándo es necesario revisar la cultura empresarial?
Uno de los momentos en los que se suele reflexionar sobre este asunto es en los de mayor dificultad. También cuando las voces de la competencia empiezan a sonar más fuerte. Sin embargo, no es necesario esperar estos puntos frágiles. En realidad, cualquier ocasión es idónea para cambiar y proponer avances. Incluso cuando las cosas van bien, ¿por qué no conseguir que vayan mejor?
En la transformación cultural entran en juego muchas estrategias. A continuación, citamos las más destacadas:
– Promover el Talento: a través de programas para el desarrollo de la innovación o con la creación de equipos en los que se despiertan sus capacidades y habilidades. Su motivación está en juego y es un objetivo que no se puede esquivar.
– Ambiente: diseñar nuevos espacios de trabajo más abiertos y públicos fomentará el diálogo y el trabajo en equipo.
– Honestidad: una empresa debe mantenerse fiel a su identidad y transmitir autenticidad. Asimismo, debe permitir la coherencia entre todas las áreas que la integran.
– Transparencia: la comunicación entre todos debe ser directa y clara hasta el punto en el que un trabajador no tenga miedo a hacer preguntas complejas. Transparencia cuando todo va bien y especialmente cuando surgen amenazas.
– Seguridad psicológica: cuando una cultura empresarial culpa o castiga los errores o fracasos, el equipo retrocede. No se entrega por completo en cada proyecto. Si se transmite seguridad y apoyo, se consigue el efecto contrario y los resultados se notan. Más atrevimiento, más ideas.
Una de las figuras claves en esta estrategia es el directivo. Si éste no es capaz de enfrentarse a sus limitaciones e identificar lo que se debe cambiar, el éxito del proceso se difuminará. Si vas a revisar la cultura empresarial hazlo porque estás convencido de que merece la pena. Nunca para demostrar algo o dejar el proceso a medias. Por otra parte, alejar los elementos contaminantes ayuda. Mejor ignorar las ideas que no son partidarias del cambio. A veces, lo único que las sostiene, es el miedo.
No todas las compañías vivirán este proceso en el mismo momento ni lo harán de la misma forma porque cada una es distinta. Lo que sí deberían tener en común todas ellas es el convencimiento, la actitud y la certeza de que tomarse en serio la cultura empresarial es una prioridad. Y es que como dijo Einstein, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.