Existen muchas formas de demostrar que tu empresa es diferente a tu competencia; tus estrategias, tu capacidad directiva, tu red de contactos, tu visión analítica o tu producto. Pero para convertirte en un referente es fundamental conseguir aportar valor a tu cliente.
Todo lo demás es muy importante, pero no te permite conectar tanto con tu cliente. Puede, también, que te parezca un proceso sencillo pero lo cierto es que detrás de estas palabras, hay mucho esfuerzo y dedicación. Cuando lo haces realidad, eso sí, entiendes por qué ha merecido la pena seguir este camino.
Tan importante es conocer a nuestro cliente cómo entender por qué nos ha escogido a nosotros.
El primer paso para aportar valor a tu cliente es ofrecerle un producto o servicio único o del que sea (casi) imposible encontrar una alternativa. Si te aseguras este punto de inicio, el resto es más sencillo.
Escucha a tu cliente en todo momento porque es el mejor candidato para darte información sobre sus necesidades. Centra tu potencial en encontrar soluciones a sus demandas. Tu mentalidad tiene que estar dispuesta a aceptar cambios y otros escenarios que no te habías planteado pero que te permitirán conseguir nuevos resultados.
Abre las puertas a la innovación. Los clientes valoran tu capacidad de mantenerte siempre a la última y quieren compartir contigo cada paso.
Prioriza los procesos estratégicos; es decir, aquellos por los que el consumidor paga una cantidad de dinero. También existen los procesos clave, como podría ser la logística, y los soportes, por los que el cliente no paga absolutamente nada pero que también son necesarios en la supervivencia de una compañía. Aunque te recomendamos mejorar todos los procesos al unísono, los estratégicos son los que dan valor a tu cliente; ese valor diferencial que estás buscando.
A la hora de repartir costes, apuesta por el área de estrategia. Ahí empieza el valor diferencial.
Aportar valor a las personas, y en concreto, a tus clientes, aumenta la confianza que ellos te dedican. Ofréceles soluciones y aportaciones diferentes, únicas. Para conseguirlo, transmite esa idea al resto de tu equipo. ¿Cuándo fue la última vez que pronunciaste la palabra motivación?
Tus clientes quieren tu producto y/o servicio pero sobre todo, quieren tu atención, tu tiempo, tu dedicación. No prometas falsas expectativas, y cumple lo más rápido posible aquello que les propones.
Y, por último, cambia la forma de investigar el mercado. Puede que hasta ahora te hayas centrado en el benchmarking, es decir, analizar los procesos y prácticas de tu competencia para adaptarlos a tu caso. La otra cara de la moneda te propone estudiar, precisamente, lo que no están haciendo. Esa podría ser una buena forma de llegar a otras personas que todavía no te han descubierto.
Tu empresa puede ser diferente pero eso ya no es suficiente. Ahora, necesitas que sea única. El cliente podría elegir a otros pero ha decidido apostar por ti, tu marca, tu producto. Quizá por eso, lo mínimo que puedes hacer es aportar valor a tu cliente.